Poza de la Sal

El pueblo de Félix



Bello pueblo del nordeste burgalés, de la comarca de Bureba, que linda con el Valle de las Calderechas. Situado en un privilegiado enclave geográfico desde el que se divisa la llanura y la vega burebana abrazada por los Montes Obarenes y la Sierra del Alto de las Cruces por el norte y la Sierra de la Demanda hacia el sur.



  
Con un patrimonio muy rico en historia y arte, destacan sus accidentes geológicos y sus restos arqueológicos. La localidad posee una importante documentación histórica y etnográfica, como así lo atestiguan los sucesivos decretos administrativos que fueron declarando la importancia de sus bienes.
A destacar su iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, declarada Monumento Nacional en 1974; el casco urbano medieval, declarado Conjunto Histórico-Artístico el 12 de noviembre de 1982; el castillo, reconocido desde el 22 de abril de 1949.
La localidad posee salinas cuya zona de explotación pasó a llamarse el Salero, declarado Bien de Interés Cultural el 22 de noviembre de 2001, en la categoría de Sitio Histórico.
Con estos antecedentes os puedo confirmar que en la mañana del 30 de junio de 2012 nos encontramos en un lugar especial. En cuanto llegamos, enseguida me colgué la cámara del cuello y no paré de mirar por los rincones de sus calles, leyendo los letreros informativos, buscando fachadas, y en ellas, escudos, puertas y ventanas. Jugué con las perspectivas que me ofrecían los aleros de los tejados y los pavimentos de los suelos.


Un poco de historia

Se conocen varios restos de asentamientos humanos que se remontan con certeza a la Segunda Edad del Hierro, hacia el 350 a. de C. En el mismo lugar, hubo un núcleo de población habitado por tribus autrigonas, al que denominaron Salionca y que los romanos ocuparon en el siglo I, cambiando su nombre por el de la antigua Flavia Augusta.


En el siglo VI de la Alta Edad Media, y tras la caída de los romanos, transcurrió un periodo inestable con la llegada de los visigodos y los primeros años de la invasión musulmana.En el siglo IX ya existe un núcleo de población con la denominación Poza, del latín putea, 'de pozo', cuya etimología hace referencia claramente a los pozos de sal. En plena Edad Media, en el siglo XII, se documenta la ubicación de Poza en su actual emplazamiento.
Durante el reinado de Alfonso VII de Castilla comienzan las obras de construcción de la muralla y el castillo tal y como se conoce hoy en día.
Tras un siglo XVIII lleno de esplendor económico, es a finales del siglo XIX cuando la villa y sus salinas comienzan a sufrir poco a poco el abandono. Finalmente, ya en la década de los años 70 del siglo XX terminan los trabajos de extracción y el Salero se cierra.

Son muchos los escudos que insertados en las fachadas atestiguan el pasado realengo de las familias que habitaron esta villa. De todos ellos me llamó especialmente la atención uno encajado en la esquina de un edificio palaciego.


 
 


El casco urbano

El casco urbano de la villa constituye un ejemplo de adaptación a un emplazamiento topográfico muy peculiar. Sus caseríos se asientan sobre la ladera oriental del macizo calizo sobre el que se construyó el castillo, sobre una pendiente de conglomerados terciarios que se formaron en el Mioceno, entre el páramo de Masa y la cuenca de la Bureba. Es por ello que, la mayor parte de las casas no tienen cimientos, y están asentadas directamente sobre estos conglomerados, apoyándose unas casas en otras.
Durante la Edad Media, el recinto urbano se ajustó al espacio cerrado por la muralla, de manera que sus caseríos no tuvieron otro remedio que adaptarse a un espacio escalonado y cerrado, conformando un trazado laberíntico de calles estrechas y con las casas apiñadas, compensando así la escasez de espacio. 
Otro rasgo que caracteriza el caserío de Poza es que, al ser las calles angostas, apenas entraba la luz a los portales, por lo que se vieron obligados a levantar la altura de sus viviendas con el fin de captar más luz, desarrollando hasta tres y cuatro plantas.











De esta villa me sorprendió el entramado de sus calles y callejuelas, y el estado ruinoso de algunas de sus casas, contrastando con las acertadas restauraciones de otras viviendas.













La fábrica de las fachadas presentan formas de sillería o mampostería dispuestas en las plantas bajas, con caras de singulares paramentos en los que se utilizó la ofita como piedra de adorno y material de construcción.
La ofita es una roca o piedra compuesta de feldespato, nódulos de cuarzo o caliza y mineral piroxena, de colores y texturas variables que aparecen también en el empedrado de las calles.






La plantas superiores son de adobe con entramados de madera, cuyas vigas sustentan y descargan de tensiones a la estructura principal.
La característica peculiar de estos envigados se debe a su disposición oblicua. Lo normal es que ésta sea horizontal y vertical, pero aquí se resuelve el reparto de las cargas de un modo más eficaz. En lugar de apoyar las vigas horizontales superiores en sus extremos, lo hacen en tercios de su longitud.














Otro elemento típico de estas casas es el enlucido con yeso de las fachadas, que se explica por el aprovechamiento de su entorno geológico. La explotación del yeso como material de construcción fue otra de las actividades que enriquecieron la economía de Poza. También se aprecian algunos trabajos con ladrillos, tal vez como herencia de las antiguas obras de las alarifes mudéjares.






El lugar más importante de las viviendas son las cocinas, que aquí se construían en los pisos más elevados. El elemento más importante era el fogón o campana tronco-piramidal, en torno al cual se colocaban los bancos de madera, y donde se reunían sus moradores la mayor parte del tiempo.

Otros detalles nos llamaron la atención en el paseo que dimos por sus calles, como algunas  ventanas y ventanucos, los dos letreros en la calle de El Diezmo, y un perro atado tomando el sol a la fuerza.







El castillo

El castillo se asienta en la cima de un macizo rocoso aislado que lo hacía inaccesible, y que facilitaba el control de los accesos a la villa, protegiendo así todo el caserío y el territorio de las salinas.
Además de cumplir las funciones de vigilancia y defensa, el castillo se utilizó también como prisión. En 1528 estuvieron encerrados entre sus muros los embajadores de Florencia, Francia, Inglaterra, Milán y Venecia por orden de Carlos I.
Este castillo tuvo especial protagonismo en la Guerra de la Independencia entre las tropas francesas al mando del General Palombini y la guerrilla. Los guerrilleros comandados por Francisco Longa y Juan de Mendizábal acabaron tomando la fortaleza. Y en las Guerras Carlistas se utilizó como lugar de vigilancia.
En un principio la muralla tuvo una función defensiva y durante siglos acabó definiendo el espacio urbano de la villa. Finalmente sólo sirvió para el control de los comerciantes que acudían a los mercados con sus productos, y también para el control de las epidemias cuando se producían.




En la subida al castillo se observa parte del recinto amurallado que se asienta en el borde oriental del diapiro.


Vista panorámica desde la muralla: sobre los tejados de las casas se observa al fondo la cuenca de la Bureba.

Otra panorámica desde el mismo lugar.

El Ayuntamiento y la Plaza de la Villa
En esta plaza destaca el edificio del Ayuntamiento, construido hacia el siglo XVI. En su  cuerpo central destacan dos arquerías formadas por tres arcos de medio punto; la inferior constituye el soportal de la planta baja que conforma la estructura porticada de la plaza que sigue con los soportales de la calle del Diezmo frente a la fachada principal de la iglesia.



La puerta de acceso a la Plaza de la Villa se abrió en la misma muralla en 1741.


Los soportales frente a la iglesia presentan una estructura con pilares de madera apoyados en basas de piedra. Configuran una coqueta plaza en la que se ubica también el edificio de la Academia de Música, lo que antes fuera la Escuela de Primeras Letras.


La iglesia

La iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, de estilo gótico temprano, comenzó su construcción el el siglo XIII, aunque la fachada principal es de construcción más reciente, del siglo XVII. Esta iglesia fue declarada Monumento Nacional en 1974.



La Plaza Vieja



En 1371, Enrique II concedió a Poza de la Sal el derecho a organizar todos los sábados un mercado en esta plaza, además de dos ferias anuales. Después en el siglo XVI, el mercado se amplió un día más, realizándose cada miércoles y sábado.
Estas actividades hicieron de esta plaza el centro de la vida de los pozanos, a la que se accede a su interior desde la Plaza Nueva a través del Arco de la Concepción, también llamado la Puerta del Conjuradero.



Su estructura obedece a la típica disposición de las plazas del medievo, con estructura porticada similar a la de la Plaza de la Villa, sustentada sobre vigas de madera apoyadas en basas de piedra caliza. Su perímetro se cierra en soportarles excepto en su lado occidental, que está delimitado por los muros de la iglesia y la calle Mayor.


En las casas de Poza son comunes los zaguanes con pavimento empedrado. Es aquí donde se distribuye el espacio de acceso, motivo por el cual suelen estar junto a las cuadras.

Curiosa ventana de dos hojas de madera talladas a mano.


La Plaza Nueva

Hacia 1660, y a iniciativa de Doña Juana de Rojas y Córdoba, Marquesa de Poza, se inició la construcción de una nueva plaza en los extramuros de la villa, aprovechando un espacio abierto junto a la puerta principal.
Aquellas obras no fueron fáciles al requerir de la construcción de muros de contención que salvasen empinadas pendientes en los lados que dan al sur-este.
La construcción de esta plaza configuró un nuevo espacio urbano en el exterior de la muralla que fueron ocupando las familias más pudientes.





Vista panorámica desde el mirador de la Plaza Nueva.

Las obras civiles

Bajando del casco urbano hacia las salinas se llega a un conjunto de obras civiles compuestas por un acueducto, varios abrevaderos, lavaderos y fuentes construidos en el siglo XVIII. Todo el conjunto constituye uno de los patrimonios más importantes de Poza, cuyo origen se remonta a épocas más antiguas, pues desde este lugar inicia su trazado la calzada romana.







El acueducto, que se inicia con tres arcos de medio punto, el puente y varias de las fuentes, son obras que se relacionan con el legado que dejaron los romanos que de la  antigua Flavia Augusta.

  



Las salinas

La historia de Poza de la Sal está íntimamente ligada a la explotación de las salinas, que a su vez influyó en su desarrollo económico e histórico a lo largo del tiempo.
Fueron los romanos los primeros en impulsar de manera singular la explotación de las salinas. Desarrollaron nuevos métodos de extracción de la salmuera, y con ellos sentaron las bases de esta actividad durante los dos últimos milenios en la Península Ibérica.

El diapiro

Desde el casco urbano parte una estrecha carretera por la que se accede al Páramo de Masa subiendo un empinado puerto con algunos tramos en mal estado; pero merece la pena recorrerlo porque desde él se divisa un paisaje espectacular.
Conforme vamos tomando altura observamos una curiosa formación geológica: el diapiro.
En este lugar, el fondo del diapiro está integrado por materiales del Keuper, con arcillas yesíferas, margas, yesos, ofita y sal. Todos estos materiales conforman una masa de sales que en forma de columna aflora cortando o deformando las rocas en las que se va encajando.

Los diapiros surgen en forma de pliegues perforando el terreno.

El diapiro de Poza de la Sal es el más grande de Europa y fue declarado en 1983 Punto de Interés Geológico del Sector Oriental de la Cordillera Cantábrica por el Instituto Geológico y Minero. Su formación se debe a los movimientos ascendentes del depósito salino, y resurge en el centro de una caldera montañosa formada por rocas basálticas de origen volcánico.


Vista del diapiro desde el puerto que nos lleva la Páramo de Masa, con la cuenca de la Bureba al fondo.

El Páramo de Masa

La geomorfología del páramo está constituida por una enorme plataforma del período Cretácico Superior; de estructura kárstica, de caliza, permeable y porosa. El páramo abarca una superficie de 2.190 hectáreas, y su emplazamiento se sitúa a una altitud media de 1.080 metros sobre el nivel del mar. 



En este lugar se ha instalado un parque eólico con un total de 133 aerogeneradores que tienen una altura hasta el buje de 55 metros, con 80 toneladas de peso y una potencia nominal de 750 kilovatios cada uno.
Es la instalación de mayor extensión de la provincia. Los molinos están alineados cada medio kilómetro, a una distancia entre torres de 225 metros. Su red vial de servicio abarca 42 kilómetros.


Agurrak


En memoria de Félix Rodriguez de la Fuente (1928 - 1980), un pozano ilustre, médico y excelente divulgador de la fauna y el medioambiente.




Esto lo vivimos en una espléndida mañana de un 30 de junio del año 2012. De aquí nos fuimos hacia los meandros del río Ebro y el Pozo Azul en Covanera, y de allí a comer en Orbaneja del Castillo; el siguiente pueblo.

Juantxo.


Enlace recomendado: http://www.pozadelasal.es/


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